domingo, febrero 26, 2006

La misión Sagitario.

Florida, Estados Unidos.

Ésta semana se ha desvelado una de las grandes incógnitas de la historia de la astronáutica y los viajes espaciales, el motivo de la suspensión de la misión Sagitario de la NASA en 1973.
Aunque la NASA aludió a causas técnicas para la suspensión del despegue de la lanzadera espacial, siempre se creyó que otras eran las razones. La verdad es que la misión se suspendió indefinidamente para olvidarse en la historia de la agencia espacial norteamericana.
La misión Sagitario tenía objetivos científicos, en especial calibrar la resistencia de los astronautas a las duras condiciones a las que estaban destinados durante el viaje.
Uno de estos astronautas, Colin Goulding, acaba de publicar sus memorias esta semana, y en ellas se destapan detalles relevantes sobre lo que envolvió al proyecto Sagitario y su posterior cancelación.
Según el libro, todo estuvo previsto y preparado hasta horas antes del despegue. Las ultimas pruebas habían dado resultados satisfactorios y sólo faltaba que llegase el momento.
La noche anterior, como suele ser habitual, se organizó una pequeña fiesta de despedida en honor a los héroes. Según relata el libro, los cinco astronautas, que habían sido compañeros a lo largo de cuatro años de entrenamiento, una vez terminada la fiesta oficial, que consistió en una barbacoa al aire libre a la que acudieron miembros del equipo y responsables de la NASA, decidieron continuar por su cuenta las celebraciones. Una vez se hubieron despedido de los invitados, y creyendo éstos que los astronautas se retiraban a descansar, subieron cada uno a sus coches deportivos y se alejaron por una polvorienta carretera hacia un lugar que sólo ellos conocían. Se trataba de un local de copas y alterne en medio del desierto llamado The Furry Gipsy.
Los cinco astronautas, horas antes de jugarse la vida, habían decidido pasárselo bien, y a tenor de lo que cuenta el libro de Goulding, parece ser que lo hicieron.
El alcohol fue abundante durante toda la noche, las mujeres iban y venían, y la despreocupación era el tono general entre los astronautas. Los cinco hombres se juraron amistad eterna, cruzaron acusaciones, se pelearon y reconciliaron entre risas.
Por perder una apuesta, uno de los astronautas tuvo que pedir asilo en la embajada soviética, dos de ellos se casaron esa misma noche con la misma bailarina, otro vagó desnudo por el desierto hasta el amanecer y el mismo Goulding confiesa en el libro que sin recordar cómo, se despertó al día siguiente en la caravana de una contorsionista china de un circo ambulante, que acabó siendo su mujer.
A la hora prevista para el despegue del cohete espacial, los cinco astronautas no aparecieron. La alarma entre los responsables de la misión se hizo evidente al no poder contactar con ninguno de ellos. Se pensó en sustituirlos a última hora por otros astronautas, los miembros suplentes de la misión, pero éstos habían sido detenidos esa misma noche por organizar una carrera ilegal en una carretera del condado. El juez se negó a la petición de la NASA argumentando que, aunque en el espacio no había normas de tráfico, era evidente que los pilotos suplentes eran un peligro para la misión y para el prestigio de los Estados Unidos de América, y él no estaba dispuesto a aceptar esa responsabilidad.
La NASA ocultó tales circunstancias a la prensa a la que se informó que por causas técnicas se suspendía indefinidamente la misión.
Los astronautas fueron expulsados del equipo de vuelo de la NASA, al menos cuatro de ellos ya que uno volaba en dirección a Moscú esa misma mañana. Fueron despedidos y desposeídos de todas las condecoraciones y honores que habían recibido durante su carrera y condenados al ostracismo, del que han salido esta última semana con la publicación de las memorias de Goulding.
La publicación del libro ha causado gran expectación en los medios, y en sólo dos días ha accedido a los primeros puestos de las listas de ventas y se están negociando los derechos para hacer una película.

lunes, febrero 20, 2006

La confesión de la locutora.

Niigata, Japón.

Maho Hagagawa, una periodista y presentadora de televisión de Niigata, al norte de Japón, reconoció el pasado jueves, durante la emisión de las noticias de las nueve, espacio que dirige, edita y presenta desde hace seis años; que desde hace mas de tres, ha introducido detalles, datos e informaciones falsas en las noticias.
De forma sutil pero intencionada, la periodista mezclaba hechos ciertos con detalles y datos de cosecha propia, durante la emisión del espacio de noticias de referencia y mayor audiencia de la emisora en la que trabajaba.
Hagagawa, que se dio a conocer por destapar con sus investigaciones periodísticas una red de corrupción que abarcaba a políticos locales y empresarios de la restauración de Niigata, explicó con lágrimas en los ojos que había estado mintiendo a la audiencia durante tres años, y que lamentaba no poder compensarles por ese: “grave delito contra la verdad”, en palabras textuales.
Sus compañeros de informativos asistieron atónitos a la confesión de la periodista. En medio del dramático silencio que se hizo tanto en el plató como en la redacción, se oía la quejumbrosa voz de la locutora a través de los altavoces del edificio. Desde sus casas, los espectadores atentos y conmocionados escuchaban aquella inesperada revelación de una periodista a la que habían admirado y seguido durante tantos años. La ciudad se paralizó durante unos instantes; la gente, al igual que en las películas, se agolpaba ante los escaparates de las tiendas de televisores, en medio de la calle. Tan solo en un lugar en toda la ciudad aquella declaración provocó revuelo y carreras por los pasillos; se trataba de las oficinas de la planta 16 del edificio Hikoyama que pertenece a uno de los más importantes bufetes de abogados de la ciudad y que se encarga de representar legalmente a la emisora de televisión.
Hagagawa, tras una pausa para beber agua, agachó la cabeza y dejó de mirar a cámara por primera vez en seis años de contar noticias, y en tono grave explicó el por qué de aquellas mentiras con las siguientes palabras: “Hace tres años, mientras paseaba a mi perro por un bosque en los alrededores de mi casa, una potente luz que vino hacia a mi a través de los árboles me cegó y me hizo caer al suelo. Al despertar estaba estirada sobre una superficie metálica que hacia como de camilla, en una gran habitación blanca cuyas paredes eran de luz también blanca y brillante. Unos hombrecillos de grandes ojos negros y brillantes, me explicaron que habían implantado un chip en mi cerebro, a través del cual, me enviarían información que yo introduciría entre los hechos reales de las noticias cada noche.”
En ese momento la emisión se interrumpió. Tras unos instantes, la imagen volvió a los televisores y un compañero de la periodista ocupaba su lugar y leía ante la cámara las últimas noticias como si nada hubiese pasado.
La periodista, aconsejada por sus preocupados familiares, recibió ayuda psiquiátrica por parte del doctor Mizoguchi, que declaró ante la prensa que la paciente sufría recurrentes alucinaciones psicóticas y que su mal respondía a un síndrome poco conocido pero no por ello menos frecuente denominado, Síndrome Mathieson, que algunas personas, en especial periodistas, sufren.
Uno de los primeros casos publicado en textos científicos, y que da nombre al síndrome, es el de Bill Mathieson, redactor por los años cuarenta del Morning Star de Minesota, Estados Unidos.
El caso de este periodista no es muy diferente del que se ha conocido esta última semana en Japón. En el caso del americano era Satán el que dictaba las noticias que el periodista debía publicar cada día.
El norteamericano, que destacó por una serie de reportajes sobre la conferencia de Yalta, terminó ingresado en un sanatorio, y siempre mantuvo que sus fuentes eran fidedignas y que en sus años de redactor jefe no había encontrado otro reportero más y mejor informado.
Otro caso es el de Lucio da Costa, periodista deportivo de Sao Paulo, Brasil, que falseó los resultados de los partidos de la liga nacional todos los domingos durante cinco años.
Cuando se descubrió el engaño, da Silva se justificó diciendo que el fantasma de Garrincha se sentaba cada noche a los pies de su cama y le dictaba los resultados. Él se limitaba a escribirlos en una libretita que guardaba en la mesilla de noche.
Según el doctor Mizoguchi, la incidencia de éste síndrome entre la prensa es mayor de lo que se pudiese creer y que a la luz de los resultados de sus investigaciones podría afectar a uno de cada trescientos periodistas colegiados en el mundo.

domingo, febrero 12, 2006

Arte limpio

Clermont-Ferrand, Francia

El artista conceptual croata Cybor Moskovitch perpetró durante todo el día de ayer su última performance titulada “ducha” en la localidad francesa de Clermont-Ferrand.
Los medios, citados dos horas antes de iniciarse la intervención del artista, en el baño de la habitación 142 del hotel Palais, fueron informados de la misma en estos términos: “Se trata de un acto de extrema toma de conciencia sobre la incomunicación humana”.
El artista explico a los periodistas, entre los que se encontraba este corresponsal, que se disponía a duchar ininterrumpidamente durante 24 horas, siendo grabado por varias cámaras de vídeo cuyas imágenes servirían de fondo visual para una posterior instalación del artista en una galería de Suiza.
El artista asimismo explicó que usaría concienzudamente esponja y jabón durante toda la performance y no se limitaría a estar únicamente bajo el chorro de la ducha. Su intención, en palabras textuales, era: “vindicar el proceso objetual de la búsqueda del aislamiento total como fenómeno.” A tal efecto el artista tuvo a su disposición un total de 16 litros de jabón y cinco esponjas exfoliantes.
Un año antes el artista había intentado realizar la misma performance en Croacia pero tuvo que abandonar a las seis horas tras que cortaran el agua a causa de unas obras de acondicionamiento en los colectores.
Esta vez nada, a priori, iba a fallar, y el artista, que atendió a la prensa en albornoz, se desprendió de él y se introdujo desnudo en la ducha. Las cámaras empezaron a grabar. Tras unos instantes en los que Moskovitch graduó la temperatura del agua que ya caía, se puso bajo la ducha y comenzó a aplicarse el jabón en la cabeza y a frotarse con la esponja.
El croata que se había preparado durante las dos semanas previas, tenía calculado el tiempo que debía emplear en cada parte del cuerpo en función de la sensibilidad de ésta.
Al equipo de colaboradores habituales del artista se había incorporado un doctor especialista en dermatología que comentó con los periodistas que, no sería demasiado meritorio si no fuese por el uso continuado del jabón y las consecuencias que podría tener un cambio tan radical en el ph de la piel. El doctor declaró que el artista corría el peligro de adquirir una textura de la piel cercana a la del celofán, que le duraría varios meses.
Por otra parte, la agente del artista, alabó el talento de su representado y advirtió que lo realmente duro sería aguantar durante tantas horas un chorro continuo de agua sobre la cabeza. Calculó que sería similar a estar durante dos horas sin paraguas bajo la mayor lluvia de granizo de la que se tiene referencias, y que se dio en 1487 en Toledo, España, la que según los textos históricos provocó la conversión de más de doscientos judíos sefardíes.
Las horas pasaban y el croata demostraba, con el rigor y la fuerza con la que se frotaba el cuerpo, un absoluto compromiso con su obra.
Los periodistas nos fuimos turnando para hacer el seguimiento de la performance, y las conversaciones que sosteníamos tanto dentro como fuera del hotel versaban sobre la duda relativa a si el artista sería capaz de conseguirlo.
A las dieciséis horas saltó la alarma al reaccionar el artista de modo imprevisible; todos los presentes temimos que el continuo golpeteo del agua sobre la cabeza de Moscovitch le hubiese provocado una alteración de tipo cognitivo. El hecho es que el croata empezó a cantar de forma desaforada y dejó de responder a las preguntas sobre su estado que hacía de forma periódica la agente del artista. En ese momento pensamos que el artista había perdido la noción de la realidad, pero fue una falsa alarma y tras unos minutos de desconcierto, la situación volvió a la normalidad.
Las horas pasaron y el cansancio comenzó a hacerse presente en el artista, que con sus gestos demostraba sentir dolor y fatiga.
A pesar de ello continuó porque ya quedaban escasamente dos horas para terminar. Dos horas que se hicieron eternas viendo como el artista se frotaba con la esponja entre los dedos de los pies. El resto del cuerpo estaba enrojecido y arrugado.
Todos animamos al artista cuando sólo quedaban ya 20 minutos. Éste, con un brazo y una pierna adormecidos, al oír los vítores pareció recobrar algo de vigor en sus movimientos. La agente, al borde del sollozo, contemplaba emocionada la escena.
El artista lo iba a conseguir, el reloj se acercaba al momento final, y todos los presentes cantamos la cuenta atrás, los últimos 10 segundos. El artista lo consiguió y todos aplaudimos mostrando nuestra admiración.
Moskovitch, agotado y aturdido salió de la ducha entre nuestras felicitaciones, pero por el cansancio su paso no era firme, y al poner el pie húmedo y arrugado en el suelo de baldosas, resbaló y cayó al suelo.
El artista se rompió el codo, pero desde el hospital donde se recupera, afirma que valió la pena.

martes, febrero 07, 2006

Lisa y Mick

Romulus, Michigan, Estados Unidos
Lisa y Mick dos chimpancés que hacen de sujetos experimentales en un estudio científico sobre la toma de decisiones en el centro de investigaciones neuropsicológicas de Romulus en Michigan, bloquearon las puertas a dicho centro e impidieron la entrada en la mañana de ayer.
Eran las 8, cuando el doctor Theodor Constantinous y su ayudante llegaron al centro. Con extrañeza advirtieron que las puertas del centro estaban bloqueadas desde el interior, y con asombro y preocupación, a través de los cristales vieron como el vigilante, amordazado y atado a su silla, yacía inconsciente.
En un primer momento reaccionaron con estupor al ver el rostro del vigilante cubierto de sangre, y que algo que interpretaron, debía ser masa encefálica, le caía por el rostro desde la parte superior del cráneo. Tras un análisis más acertado llegaron a la conclusión de que le habían pintado la cara con pintalabios y le habían puesto un helado de crema en la cabeza, que se iba derritiendo poco a poco. Tras aceptar esa, como la opción más plausible parece ser que la ayudante expresó su temor al doctor de que hubiesen sido “ellos”, el doctor Constantinous, a su pesar, tuvo que estar de acuerdo con la hipótesis.
No era la primera vez que Lisa y Mick, los chimpancés con los que el doctor trabaja, le buscan complicaciones. Hace un año le robaron la tarjeta de crédito de su cartera y compraron por internet catorce pijamas de colores.
Cuando llegaron el resto de investigadores del centro empezaron los reproches al doctor Constantinous al ver que no podían entrar.
En declaraciones a este corresponsal, el doctor Pengelbauer, que estudia el pensamiento asociativo en perros, afirmó que un amplio grupo de investigadores del centro estaban dispuestos a firmar una petición de traslado para los chimpancés. “Me gusta echarme un rato después de comer en el sillón de mi despacho” declaró el doctor Pengelbauer, “pero desde que sé que ellos lo saben, no puedo pegar ojo”. Otros investigadores, mas comprensivos, afirman que el comportamiento de los dos primates es una muestra del avance en el trabajo de Constantinous. A eso, el doctor Pengelbauer responde que, aunque él no lo cree así, se sospecha que no se realiza ya ningún estudio con ellos, por la imposibilidad de dirigirles ningún orden ni rutina experimental, y “lo único que hacen es ver la televisión”. Constantinous niega esa afirmación, aunque reconoce que a veces es muy complicado hacer que los monos realicen las tareas que se les impone.
Pengelbauer, que hace un mes tuvo que cambiar el motor de su coche porque le habían metido azúcar en el depósito, sospecha abiertamente de los dos chimpancés. “Tengo ganas de encontrármelos cara a cara, pero se esconden” declaró el doctor Pengelbauer irritado a este corresponsal.
A las puertas del centro se hizo una improvisada asamblea en la que decidió avisar a los bomberos para que desbloqueasen la entrada, mientras tanto los chimpancés, vestidos con batas blancas los observaban desde el interior.
Para cuando los bomberos llegaron al centro, los dos chimpancés habían desaparecido. Se abrieron de nuevo las puertas y se cercioraron primero que el vigilante no sufría daño alguno, para después buscar a los dos monos. Ni rastro de ellos. No se les encontró. Se cree que escaparon del centro a través del respiradero del aire acondicionado del edificio que da a la parte de atrás. Lo cierto es que el doctor Constantinous, afectado emocionalmente, confirmó la desaparición de Lisa y Mick. “Espero que no les pase nada, tengo miedo que les atropellen o tengan problemas con la justicia”.
Aquella misma tarde, a las afueras de Detroit, un tren de mercancías descarriló sin provocar afortunadamente heridos ni graves destrozos. El doctor Pengelbauer no duda que los chimpancés han tenido algo que ver, aunque resulta una afirmación algo excesiva, y pocos al principio la podían dar por buena, lo cierto es que la policía interrogó en las últimas horas de ayer al doctor Constantinous ya que se encontró su bata en la cabina del maquinista del tren.
En estos momentos se está desplegando una operación de búsqueda por parte de la policía para encontrar a Lisa y Mick, y saber si ellos fueron los responsables.